El consumidor argentino aprendió. Lo hizo a fuerza de frustraciones, de descuentos que resultaron no ser tales, de topes ocultos que diluyen porcentajes llamativos y de ofertas que, al ser desmenuzadas, resultan poco más que un eslogan publicitario. ¿Quién no se topó alguna vez con una "promo del 40%" que, al final del proceso de compra, apenas significó un ahorro de $2.000 o menos?
La diferencia con otros países es notoria. En mercados más estables y con reglas claras, eventos como el Black Friday o el Cyber Monday generan un verdadero sacudón: liquidaciones reales, filas en los locales, sitios web colapsados y una sensación generalizada de que valió la pena esperar. La confianza es clave, y esa confianza nace de una práctica comercial honesta y sostenida.
En Argentina, en cambio, la inflación crónica, la incertidumbre económica y una cultura comercial por momentos poco transparente erosionan esa confianza. Las buenas intenciones, que no faltan, se chocan con la realidad de precios que suben antes de la semana de descuentos, con bonificaciones atadas a condiciones que rara vez se explicitan con claridad, o con promociones bancarias cuyo "hasta" es más un límite que una oportunidad.
Por eso, en vez de entusiasmarse, muchos consumidores adoptan una actitud defensiva: hacen capturas previas, consultan en grupos, leen la letra chica y, en última instancia, prefieren no comprar.
¿Cómo será el Hot Sale 2025? ¿Logrará revertir la tendencia? ¿Habrá propuestas que realmente marquen la diferencia? En unos días lo sabremos. Pero mientras tanto, la credibilidad sigue en oferta… y a la baja.