Con la llegada del frío, vecinos de El Bolsón denuncian que la ciudad se llena de humo por quemas que van más allá de lo permitido. A las fogatas rurales de antaño, se suman residuos urbanos, plásticos y hasta colchones. En redes sociales y mensajes a nuestra redacción, crecen los reclamos por olores, alergias y contaminación. Entre el encanto del paisaje y los efectos de la urbanización, una postal de otoño que se vuelve discusión colectiva.
Cada año, con la llegada de las temperaturas más bajas, el humo vuelve a ser protagonista en El Bolsón. El SPLIF autoriza las quemas de residuos vegetales bajo condiciones específicas, pero vecinos denuncian que en muchos casos se queman plásticos, desechos húmedos y basura común.
“Ya no es el olor a ramas secas, es plástico, es basura húmeda. No puedo abrir las ventanas sin que entre ese humo”, señaló una vecina del barrio Usina en un mensaje enviado a Vivoinformado.com.ar.
Las redes sociales también se llenan de comentarios de fastidio, preguntas sobre la legalidad de las quemas urbanas y llamados a mayor control. La mayoría coincide en que lo que antes era una costumbre ligada al trabajo de la tierra, hoy se convierte en una molestia generalizada en zonas densamente habitadas.
El fenómeno se agrava con lo que se conoce como inversión térmica: el aire frío queda atrapado bajo una capa de aire más caliente, generando una “tapa” que impide la dispersión de partículas contaminantes. Este efecto, común en ciudades como Santiago de Chile o el Valle de México, también se percibe en los valles cordilleranos como El Bolsón, donde la bruma queda suspendida durante horas.
El humo afecta a todos, pero especialmente a personas asmáticas, niños pequeños y adultos mayores.
La canción “Ese Valle” de María José Cantilo retrata con sensibilidad la vida en la comarca andina, donde “los hornos de barro humeteando están y las mujeres amasando su pan”. Pero también advierte: “Humo de chimeneas que despiertan, humo de polvaredas, humo que de la tierra se levantará”. Lo que en la canción suena a postal costumbrista, hoy interpela: ¿cuánto de ese humo sigue siendo tradición y cuánto representa una amenaza?
El crecimiento urbano, el cambio en las costumbres y la falta de regulación efectiva han generado un escenario donde lo rural y lo urbano chocan. Lo que para unos es “pasar el invierno junto al fuego”, para otros se convierte en un problema ambiental y de convivencia.
Desde este medio, recogemos las voces de la comunidad e instamos al diálogo entre vecinos, autoridades y organismos técnicos. Las quemas deben ser controladas, pero también entendidas en su contexto. El desafío es preservar la identidad cultural del valle sin poner en riesgo la salud ni la armonía cotidiana.