Señor Director:
Hoy, una mañana fría de junio en El Bolsón, salí temprano con mi madre de 88 años a realizar trámites en la delegación local de PAMI. Lo que encontramos fue desolador: puertas cerradas, vidrios cubiertos de carteles de paro, ni un mínimo de atención, ni una persona que nos reciba. Ni siquiera la puerta abierta. Solo un mensaje claro: hoy no hay nadie.
No se trata de discutir el derecho legítimo que tienen los trabajadores a realizar una medida de fuerza. Pero, ¿qué pasa cuando el derecho de unos choca de frente con las necesidades vitales de otros? ¿Quién nos defiende a los ciudadanos cuando el Estado mismo se ausenta? ¿Dónde queda el "Estado presente" cuando ni siquiera hay una guardia mínima para atender situaciones urgentes?
En nombre de “la defensa de la democracia” —como rezan los carteles— se nos niega algo tan básico como el acceso a servicios esenciales. Y no hablamos de comodidad: hablamos de personas mayores, de familias vulnerables, de vecinos que organizan su día para resolver trámites impostergables. No es lo mismo que no te atiendan porque están de paro, a que directamente encuentres la oficina cerrada a cal y canto, sin un responsable presente.
Este episodio vuelve a poner sobre la mesa la importancia de avanzar en iniciativas como el proyecto de ley que busca garantizar, aún en días de paro, un esquema mínimo de atención en las dependencias públicas. Porque detrás de cada trámite hay una historia, un derecho, y muchas veces una necesidad urgente.
La democracia también se defiende trabajando con responsabilidad, atendiendo a quienes dependen de un servicio público. Porque cuando las puertas se cierran, la vida sigue del otro lado.
Atentamente,
MM