Cada vez más productos duran menos y no es casualidad. Desde celulares con baterías selladas hasta televisores que se vuelven lentos por software, la obsolescencia programada empuja a cambiar lo que todavía funciona. El impacto no es solo en el bolsillo: también golpea al ambiente.
Según una encuesta citada en la charla, 75% de la gente percibe que los productos duran menos y 81% cree que las marcas lo hacen a propósito. El patrón no es nuevo: en los años 30, el cártel Phoebus fijó en 1.000 horas la vida útil de las lamparitas para vender más, pese a que podían durar mucho más, como evidencia la famosa bombilla centenaria de Livermore.
Hoy, la estrategia se sofisticó:
Componentes frágiles o sellados: en una década, se pasó de que dos de cada tres teléfonos permitieran cambiar la batería a apenas uno de cada diez. También desaparecieron las ranuras para tarjetas de memoria, forzando a comprar modelos con más almacenamiento o a cambiar antes el equipo.
Reparaciones desincentivadas: equipos sellados, repuestos caros y garantías que se pierden si un técnico independiente abre el dispositivo. Resultado: “por lo que sale arreglarlo, conviene comprar uno nuevo”.
Bloqueos por uso: hubo impresoras que frenaban al llegar a cierto conteo de páginas, pese a que el hardware seguía sano.
Software que envejece el hardware: actualizaciones que ralentizan modelos viejos y smart TVs que dejan de recibir apps o se vuelven extremadamente lentas, aun con años de vida útil por delante.
Obsolescencia percibida: cambios estéticos anuales (en celulares, autos y moda) hacen “pasar de moda” productos funcionales, acelerando el recambio.
El costo ambiental es enorme. Se estima que cada persona “genera” la fabricación equivalente a un kilo de cosas por día y produce cerca de 250 kilos de residuos al año. En los teléfonos, el 99% de sus piezas puede seguir útil cuando una sola falla dispara el descarte.
¿Qué puede hacer el consumidor? Elegir marcas reparables, con baterías reemplazables y soporte de software extendido; priorizar memoria ampliable o ecosistemas abiertos; reparar antes que cambiar; comprar usado o reacondicionado; y evitar el recambio por pura estética. La billetera, bien usada, es palanca de cambio.
Video: “¿Por qué las cosas duran cada vez menos?” (columna sobre obsolescencia programada). Entrevistado/columnista: Santi (programa con Clemente y equipo).