En medio de la devastación que dejan los incendios forestales en El Bolsón, emergen figuras de fortaleza y compasión: las mujeres de la comunidad. Ellas, con lágrimas contenidas y manos firmes, se convierten en el sostén de sus vecinos en los peores momentos. Su resiliencia –esa capacidad de sobreponerse a la adversidad– brilla entre las cenizas, recordándonos que incluso en la tragedia hay lugar para la solidaridad y la esperanza.
En cada crisis, las mujeres de El Bolsón han demostrado que su papel es indispensable. Su labor durante los incendios no solo apaga fuegos o reparte comida; también siembra unidad, empatía y esperanza. Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, sus historias resuenan con un significado especial. Más allá de las conmemoraciones y las palabras elogiosas, su ejemplo es vivo y concreto: son las heroínas anónimas que, con acciones sencillas pero poderosas, mantienen en pie el tejido de la comunidad.
Conmemorar el Día de la Mujer en este contexto es invitar a la reflexión. Pensar en Inés, Patricia, Carola, Liliana –y en tantas otras– es entender que el coraje tiene rostro de mujer en los momentos más críticos. Es recordar a Olga organizando voluntarios mientras el fuego aún ardía, o a aquellas treinta “Nildas” (en el manso ) que se unieron para cuidar a quienes nos cuidan. Es honrar a las madres, hermanas, hijas y amigas que, sin capa ni uniforme, sostienen el mundo cotidiano cuando este parece derrumbarse. Ellas encarnan la fortaleza en su sentido más puro: esa que no hace ruido pero arrastra montañas, que no sale en los titulares pero transforma realidades.
En el humo de la tragedia, las mujeres de El Bolsón, mallin y el manso fueron faros. Con su entrega desinteresada mostraron que la verdadera grandeza está en servir a los demás incluso cuando una misma está sufriendo. Cada gesto de solidaridad –por pequeño que parezca– tuvo un impacto enorme en la vida de alguien más: un abrazo que calmó una crisis de pánico, una comida caliente que devolvió energías, una palabra de aliento que impidió que la desesperanza echara raíces. Su impacto en la comunidad se mide en vidas salvadas, en corazones reconfortados y en una reconstrucción que hoy es realidad y no solo un sueño.
Al recorrer El Bolsón después de los incendios, se siente todavía el dolor de lo perdido, pero también la calidez de lo humano. Esa calidez tiene nombre de mujer. Historias de resiliencia y cooperación como las de esta comunidad andina deben contarse y celebrarse, porque en ellas encontramos inspiración para enfrentar cualquier adversidad. Que en este Día de la Mujer no solo se regalen flores, sino también reconocimiento sincero: a esas mujeres valientes que, ante el fuego y la destrucción, eligieron la solidaridad. Son ellas quienes convierten las cenizas en semilla de un futuro mejor, demostrando que el amor al prójimo y la fortaleza interior pueden más que cualquier incendio.
En cada mujer que ayuda, contiene y ordena en medio de la crisis, arde una luz de esperanza más poderosa que el fuego.