El 70% de los argentinos siente que no llega a fin de mes.
Se instaló una “cultura del no puedo”.
La clase media, que fue mayoría, ahora es solo el 43%.
Muchos prefieren definirse como “pobres intermitentes”: el sueldo se esfuma antes del 20.
La movilidad social ascendente se complicó; hoy el objetivo es “llenar la heladera”.
Hay un riesgo de que desaparezca la clase media, columna vertebral del país.
Si eso ocurre, advierte Oliveto, “puede pasar cualquier cosa”.
Pese a todo, un 45% mantiene la esperanza en el futuro.
Guillermo Oliveto, economista especializado en consumo, analiza la transformación profunda de la estructura social argentina y revela un dato contundente: el 70% de los argentinos siente que no llega a fin de mes y termina en “la cultura del no puedo”. Oliveto explora el concepto de “pobres intermitentes” y advierte que el ADN de la argentinidad, sustentado históricamente en su clase media, está en riesgo.
3 claves rápidas
Pobres intermitentes al alza
Clase media perdió 30 puntos
Esperanza y añoranza en tensión
En charla con Clarín, Oliveto traza una línea histórica de la crisis de la clase media: desde el Rodrigazo del ‘75, pasando por la hiperinflación del ‘89 y la debacle de 2001-2002, hasta llegar al golpe de la pandemia y la extensa cuarentena. “Se da una especie de espiral descendente, donde se perdió aquel imaginario de la clase media de la época de Sarmiento y la generación del ‘80, para la cual la educación era motor de movilidad y orgullo nacional”, dice.
Hasta no hace mucho, la clase media llegó a abarcar al 75% de la población, con una pobreza marginal del 4%. Hoy apenas el 43% se identifica como clase media, y la heterogeneidad interna aumentó: “Perdimos 30 puntos de clase media. Muchos ya no se reconocen y prefieren definirse como ‘clase trabajadora’ o ‘pobre intermitente’, que es la sensación de vivir al filo cada mes”, señala Oliveto.
En pandemia, la preocupación mayor de estos sectores fue la posibilidad de “condenar a sus hijos” a una movilidad descendente, perdiendo lo que siempre los hizo únicos: apostar a la educación y al progreso. “El gen de la clase media empuja hacia arriba, defiende lo que tiene, cree en el mérito. Pero hoy empieza a ganar terreno el gen de la resignación, donde se pierde la vocación de brillar y prima el hastío”, alerta.
Aunque la pobreza bajó (31,5% en el primer trimestre de 2025, según datos de la Universidad Di Tella), la amenaza persiste. El 42% de los trabajadores vive en la informalidad. Y los anhelos cambiaron: “Lo que en los ‘80 era comprarse la casa propia, hoy para muchos es apenas tratar de llenar la heladera”, ilustra.
Para Oliveto, la Argentina ve hoy cómo dos realidades conviven:
Por un lado, 30% de la población —empleados formales y profesionales— se benefició con la baja de la inflación y mantiene ciertos estándares.
Pero el 70% tiene que rebuscársela, remándola con changas, pluriempleo, ventas por Instagram o cualquier otro “invento” para sobrevivir hasta el 20 de cada mes.
Sobre el impacto de esta fragmentación, advierte: “El peligro es que la gente pierda la ambición, la capacidad de soñar, como si el ‘no se puede’ se convirtiera en regla”.
Fuente diario clarin