Un grupo de científicos argentinos explora el Talud Continental Argentino, una de las zonas más fértiles y biodiversas del planeta, descrita como una verdadera "bomba biológica" que se extiende a lo largo de 1500 kilómetros.
El robot submarino SUBastian, perteneciente al Schmidt Ocean Institute, se sumergió en uno de los cañones submarinos más imponentes del territorio argentino a bordo del buque Falkor (too). La misión forma parte de una serie de campañas científicas que se llevarán adelante hasta el 29 de octubre, integrada por especialistas del Servicio de Hidrografiía Naval (SHN), investigadores de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Anémonas devoradoras y vida submarina
"Está apoyada sobre un caracol", comentó una de las científicas al observar una anémona de aspecto floral, con tentáculos blancos y un centro negro que parecía un ojo. Entre los organismos más repetidos en la transmisión se destacaron las anémonas de formas caprichosas y colores intensos, incluida la Anemonia alicemartinae o anémona roja.
También apareció un pequeño pez de cuerpo alargado y bandas doradas conocido como Centriscops humerosus o pez fuelle rayado, que revuelve la arena con su trompa en un movimiento constante. Este animal puede alcanzar hasta 30 centímetros de longitud y habita en profundidades entre 100 y 1000 metros.
Estrella incubando y especies desconocidas
Las cámaras captaron una escena inusual: una estrella de mar inflada, envolviendo una esfera con sus brazos. "Esa postura corresponde al momento en que las estrellas incuban sus huevos", explicaron desde el centro de control.
Otro momento desconcertante ocurrió cuando el vehículo explorador encontró una estructura translúcida con forma de hoja y un núcleo anaranjado en su interior. "Ninguno de los especialistas a bordo logró identificarla con certeza", se indicó. También hubo un encuentro con un pez gigante y de cara extraña que se arrastraba por el lecho marino.
La huella humana en el abismo
"Lamentablemente, entre tantas maravillas también encontramos basura", comentó Silvia Romero, directora del Laboratorio de Dinámica Oceánica del SHN y líder de la expedición. A 332 metros de profundidad, una bolsa de lona azul contrastaba con el gris del sedimento, con anémonas, caracoles y pequeños crustáceos utilizándola como refugio.
El equipo busca comprender por qué esta franja marina produce tanto alimento, actúa como sumidero natural de carbono y alberga una cadena trófica tan vigorosa. Para Romero y su equipo, "el conocimiento es la herramienta más poderosa para proteger estos ecosistemas".
Fuente: LA NACION