En una charla con el programa Con Voz y Voto, Adriana Otermín, voluntaria del Centro de Asistencia Emaús en El Bolsón, compartió su experiencia y compromiso con las personas en situación de calle. Integrante de un equipo interdisciplinario, Otermín explicó el trabajo que realizan cada noche, destacó el valor de la fe y la contención, y reveló con crudeza la soledad e invisibilidad que sufren quienes atraviesan esta situación extrema.
"Me moviliza la situación de vulnerabilidad del otro", expresó Adriana Otermín al comenzar la entrevista. Hace casi tres años colabora en el proyecto Emaús, un hogar nocturno que brinda cena, higiene, cama y desayuno a hombres en situación de calle en El Bolsón. "Es un proyecto que nace de una necesidad que no siempre es visible a los ojos de los gobiernos, aunque existan leyes", subrayó.
Uno de los ejes de su testimonio fue la invisibilidad que sufren estas personas: "El otro pasa necesidades, no tiene un techo, no tiene qué comer. Y eso molesta. Duele. Pero lo que más duele no es la mirada de repulsión o de asco: es la no mirada, sentir que no existís".
La crudeza del relato se refuerza cuando recuerda una anécdota: "Hace poco cumplió años uno de los muchachos. Dijo: 'Tengo 56 años y nunca me habían festejado un cumpleaños'. Y eso duele. Porque detrás de cada persona en la calle hay una historia, una familia rota, un entorno ausente, una red que se rompió".
Adriana contó que el objetivo del hogar es reducir el daño en esas 12 o 13 horas en las que los alojan. "Si estuvieran en la calle, además de pasar frío y hambre, estarían consumiendo. No es solo no tener un lugar donde dormir: es no tener salud, educación, trabajo. Todo se pierde", afirmó.
Aunque el hogar tiene origen religioso, no es excluyente. "A veces, en situaciones tan límites, cada uno se replantea la vida. La fe colabora mucho. Uno de los muchachos me dijo llorando: 'Nunca tuve padre'. Le respondí: 'Hay un padre que no te va a abandonar nunca'. Me miró y me dijo: 'Es verdad, en él confío'".
Además, habló del trabajo voluntario que sostiene a Emaús. "Solo cobran los operadores que duermen con los muchachos. El resto somos todos voluntarios. Y se financia con aportes de personas que ayudan cuando pueden, con eventos, con una feria de ropa y platos, y con un carrito en la ochava de la parroquia —aunque desde los incendios no se volvió a abrir—".
Entre los eventos próximos, mencionó una masterclass de Zumba y ferias que se realizarán el sábado y el domingo. "Todo suma. A veces la gente no sabe cómo ayudar. Bueno, simplemente participando o difundiendo, ya están haciendo algo".
Finalmente, Otermín destacó el apoyo del municipio con la entrega de comestibles y el compromiso del párroco Pepe, a quien definió como "un regalo que llegó tras la partida de monseñor Fernando", por su experiencia con Emaús en Bariloche.
Para colaborar, se puede realizar una transferencia a la cuenta de la Fundación Pan Franciscano (alias: emauselbolson) en Banco Nación.