En septiembre, los investigadores colocaron los dispositivos satelitales en el Golfo Nuevo. A cada ballena se le asignó un nombre de elemento de la tabla periódica: Neon, Einsteinium y Aluminium, entre otros. Los animales son fotografiados para luego ser cotejados con el catálogo de fotoidentificación que contiene más de 5.000 ballenas, algunas conocidas desde 1971.
El seguimiento satelital permite analizar el comportamiento de las ballenas en las áreas de reproducción y cría, la velocidad y distancias de los desplazamientos diarios, y las áreas clave para su alimentación en el Océano Atlántico Sudoccidental y los mares subantárticos. Como explica el proyecto, esta información permite "elaborar recomendaciones para mitigar posibles impactos" de actividades humanas como la pesca, la extracción de hidrocarburos o el transporte naviero.
Desde este año, los datos se integran a la iniciativa global Corredores Azules, que sintetiza información de seguimiento satelital de organizaciones mundiales para trazar un mapa de rutas migratorias de ballenas a escala internacional.
Los transmisores de larga duración permiten registros inéditos. En 2023-2024, la ballena Atenea fue la primera en unir los océanos Atlántico y Pacífico, dirigiéndose desde Península Valdés hacia la cuenca oceánica del Pacífico Sudoriental frente al extremo austral de Chile. Recientemente, Moscovium y Sulfurium superaron los récords de duración de transmisión con 383 y 402 días respectivamente.
El proyecto es resultado de colaboración entre instituciones de Argentina, Brasil, Dinamarca y Estados Unidos, incluyendo CENPAT-CONICET, CIMAS, la Facultad de Ciencias Marinas de la Universidad Nacional del Comahue, y organismos internacionales como NOAA. Cuenta con el aval de la Comisión Ballenera Internacional y es financiado principalmente por la Office of Naval Research.
