Cada vez que agosto empieza a despedirse, miles de argentinos miran al cielo preguntando si llega o no la famosa tormenta de Santa Rosa. ¿Qué tiene de cierto este clásico nacional? ¿Por qué tanta expectativa alrededor de unas buenas lluvias justo para estas fechas? Spoiler: mezcla de mito, ciencia y una santa con historia de película.
3 claves rápidas
Tradición argentina y latinoamericana
Leyenda de Lima, Perú
Explicación meteorológica real
La tormenta de Santa Rosa es ese fenómeno que, año tras año, muchos esperan —y otros sufren— entre fines de agosto y principios de septiembre. Lejos de ser un capricho meteorológico, la historia arranca en el siglo XVII, en pleno asedio pirata a la ciudad de Lima, Perú. Cuenta la leyenda que Isabel Flores de Oliva, nuestra famosa Santa Rosa, salió a rezar con el pueblo para frenar a los piratas holandeses que acechaban el puerto de Callao. De la nada, se desató un temporal tan bestial que los malvivientes salieron corriendo y Lima quedó a salvo. Obvio, para los creyentes, fue un milagro de la santa. Desde entonces, cada chubasco violento en esta época se asocia con ella.
Pero pará, ¿hay tormenta todos los años? No siempre. Los meteorólogos explican que, justo cuando se despide el invierno y aparece el primer airecito cálido, es muy común que tengamos tormentas intensas por el choque de frentes fríos y calientes. Técnicamente, no tiene nada de mágico, aunque la fe popular supera a la estadística: si llueve fuerte entre el 25 de agosto y el 5 de septiembre, en la mesa familiar seguro alguien lo bautiza “Santa Rosa”.
El ritual se mudó a la Argentina y quedó grabado en el acervo colectivo, especialmente en Buenos Aires, Córdoba, Cuyo y toda la región del Río de la Plata. Incluso suele ser la señal de largada para las lluvias primaverales. Igual, los registros meteorológicos confirman que solo un tercio de los años se cumple la profecía sin margen de error: muchas veces la tormenta pasa de largo o se presenta con una tibia lluvia. Pero, admitámoslo: el mito ya tiene vida propia.