Cada octubre, Argentina se detiene un momento para homenajear a las madres. Algunas lo hacen con un abrazo, un almuerzo familiar o un regalo. Otras, en silencio, levantan la mirada y piensan en esa madre que ya no está, pero que sigue marcando su vida con gestos, recuerdos y enseñanzas.
3 claves rápidas
Amor que trasciende
Recuerdos presentes
Gratitud cotidiana
El Día de la Madre no es solo una fecha comercial ni una excusa más para llenar los restaurantes. Es, sobre todo, una oportunidad para valorar el rol silencioso y constante de las mujeres que sostienen hogares, cuidan mayores, educan hijos y trabajan incansablemente dentro y fuera de casa.
En tiempos donde todo parece correr, muchas madres equilibran turnos laborales, tareas domésticas y acompañamiento emocional. No tienen feriados, pero sí una fortaleza que se renueva cada día, aunque nadie la vea. Como cuenta Marcela, madre de tres y enfermera: "A veces llego muerta al mediodía, pero cuando mis chicos me dicen ‘gracias má’, todo vale la pena".
Para quienes ya no pueden decir “feliz día” en persona, la jornada toma otro tono. Se vuelve una mezcla de nostalgia y gratitud. Porque una madre, aun ausente, sigue presente en la manera de hablar, en un consejo repetido o en ese plato de comida que sale igual que el suyo.
En este Día de la Madre, más que regalos o flores, vale el gesto: una llamada, un mate compartido, un mensaje sincero o simplemente el recuerdo. Porque madre hay una sola, pero su amor deja huellas que duran toda la vida.
